Transparent. Temporada 1

(Amazon. 10 capítulos: 27/09/2014)
Animados por el éxito (es de suponer) de Netflix, Amazon se apunta a la moda de lanzar series en formato streaming y lo hace por la puerta grande. Transparent es de esas series que podríamos calificar de cómicas, sobre todo en cuanto a su duración (30 minutos) y algunas situaciones hilarantes, pero con un componente de fondo y de peso que hace que tu sonrisa se hiele en la boca o que, cuanto menos, te pares a pensar que el origen de lo humorístico se basa en prejuicios. No llega al punto de drama (ni a esa expresión casi peyorativa de dramedia) porque ante todo persiste un componente esperanzado y optimista, así como un retrato de una familia (los Pfefferman) acertado y certero, lleno de vida y de recovecos realistas y auténticos. Uno asiste a la cena del episodio final y se acuerda con una comparativa escéptica de las reuniones familiares de Modern Family. Seguro que ni una ni otra se acercan a ninguna cena navideña de nuestros hogares, pero me quedo sin duda con la de esta serie. 

La historia de Transparent (se juega con las palabras transparente y transexual) se remonta a febrero, fecha en que se lanza el primer episodio. La tanda completa llega, tras la aprobación de la audiencia, en septiembre. El piloto había dejado un muy buen sabor de boca, con un aroma de película indi y unos personajes auténticos. Por el camino se cambian dos actores: Tammy y un ocasional amante de Ali, pero es un precio escaso porque la esencia permanece. 

Y esa esencia da lugar a diez episodios sin apenas altibajos en los que conocemos y nos encariñamos y nos identificamos con una serie de personajes perdidos en un mundo impersonal en el que en teoría lo tenemos todo, pero que nos hace sentir vacíos. Por más mansión lujosa en Los Ángeles, por más dinero en la cuenta corriente, por más que tu horizonte profesional esté encauzado, siempre queda esa sensación de no estar realizándote, de estar desorientado, de no saber cuál es tu verdadera identidad.

El que mejor lo sabe es el cabeza de familia, Mort (Maura) Pfefferman (espléndido, soberbio, colosal Jeffrey Tambor, visto por última vez en la tele como un secundario juez en The good wife). Durante toda su vida ha tenido que ocultar su verdadera condición. Siempre se ha sentido mujer, y a duras penas en el pasado ha conseguido abrir una ventana para dejar aflorar su identidad (qué estupendos y descorazonadores los flashbacks que nos remontan a 1994). Una vez jubilado(a), se enfrenta con la difícil tarea de salir del armario de cara a sus hijos, a la vez que con los prejuicios de la sociedad y de aquellas personas que le han conocido. No importa que el hombre (perdón, la mujer) sea encantador(a), paciente y empático(a). Se le va a juzgar por vestir ropa de mujer, algo que rompe las reglas establecidas. Por eso el apoyo de sus tres hijos es fundamental para él(ella), y ahí está la lucha durante estos diez episodios. No vale con el apoyo de su vecina Davina (Alexandra Billings). Necesita recibir lo que durante todos los años ha dado a su familia. Le destroza ver que el egocentrismo de los tres le tiene al margen. Nunca el pliegue de las comisuras de los labios apuntando hacia abajo de un actor ha sido más representativo.

La hija mayor, Sarah (qué guapa es Amy Landecker), es la primera en enterarse. Y la primera en apoyarle ("mapa", le bautiza). Su actitud es casi siempre intachable, pero da la sensación de que está en otra parte casi siempre. Uno imagina que cuando te casas y tienes dos hijos significa que tienes la vida encauzada, que sabes lo que quieres o que has conseguido llegar a donde pretendías. Sin embargo, la crisis con su marido, Len (Rob Huebel, estúpido hasta casi el episodio final), el componente insatisfecho de esta mujer y su bisexualidad le llevan a enamorarse de Tammy (qué desaprovechada sale Melora Hardin, vistas sus fotos en IMDB qué mal le sienta el estilo chicazo), una ex que reaparece en su vida. Podría uno pensar en que al enamorarse lo tiene todo claro, pero al final vemos que no es así, ni mucho menos. Tammy no la llena por completo, pese a que parece decidida en seguir adelante.

El otro gran personaje es la pequeña, Ali (Gabi Hoffman, qué mal le quedan esas tupidas cejas y el pelo corto, pero qué gran trabajo hace). Ali es una chica muy inteligente pero que ha sido incapaz de concretar su inteligencia en nada concreto, estable o sensato. Experimentando, planteándose quién es, qué quiere, qué busca, proyecta una extraña mezcla de preocupación por los demás (es la que más se interesa por el bueno de Ed) y un exasperante egoísmo, plasmado sobre todo para con su amiga Syd (Carrie Brownstein). El rapapolvo de Maura al final se lo tiene plenamente merecido y, sin embargo, resulta enternecedora y su complejidad es uno de los ejes de Transparent.

Y el mediano es Josh (Jay Duplass), ejecutivo (o similar) de éxito en el mundo de la música, un mujeriego nato (habría que contar con cuántas mujeres se acuesta), enamoradizo y muy moderno (¿hipster?, esas camisas abrochadas hasta el último botón tienen que ser hipsters) que quizás sea el más vacío de todos, pese a que podría parecer lo contrario. Da la impresión de que su inmadurez es consustancial a su despreocupación, cuando lo cierto es que es una cáscara hueca y por eso es a quien más le choca el cambio de identidad de su padre. Si a eso se le suma una relación tempestuosa con Rita cuando era un adolescente, ni la rabino Rachel le puede sacar de esa anodina dinámica. Veremos si la sorpresa que le llega al final sí.

Por último, está la madre, Shelly (Judith Light), otro personaje complejo que alterna los elementos representativos de una madre (su preocupación por las apariencias, por la soltería de sus hijos) y un componente bastante comprensivo en lo que respecta con su ex marido. El hombre con el que rehizo su vida tras él, Ed (entrañable el trabajo de Lawrence Pressman), se encuentra en una fase avanzada de alzheimer y cuidarle cada vez es más complicado para esta gruñona mujer con un incomparable sentido del humor.

Es notable el contraste entre las puntuales situaciones humorísticas o los chistes y la melancolía que subyace casi en cada plano (Jill Solloway, la principal responsable de esta serie digna de HBO, tiene la culpa, por algo es una de las guionistas de Six Feet Under). Ese punto melancólico y nostálgico que empieza desde la música de la sintonía inicial, con esas imágenes algo distorsionadas del reproductor de VHS (o anterior) y esos retrocesos temporales (mención especial para la adolescente Ali, Emily Robinson) lo impregna todo y se conforma un entramado muy conseguido. Produce la sensación de que ese sabor amargo a veces es necesario, como necesario es mirar hacia atrás o plantearte si eres lo que proyectas o si te estás engañando a ti mismo.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Interesante ver a Jay Duplass como actor, y ahora podremos compáralo con sus trabajo como director en la nueva serie Togetherness
Unknown ha dicho que…
Um par de meses atrás eu vi na HBO e graças ao que eu comprei na Amazon. Geralmente eu acho que a programação ea série da HBO não sei sobre você, mas eu acho que é um pouco elitista, tem séries como este que muitas pessoas não entendê-los e leva mais de um capítulo para conseguir pegar a onda, mas os temas são sempre muito divertido, não podemos negar.
Juliiiii ha dicho que…
Muchas gracias por vuestros comentarios, Andrea (a ti perdón por la tardanza en contestar) y Sofía.