Doce cuentos peregrinos. Gabriel García Márquez. Debolsillo

(221 páginas. 7,95€. Año de edición: 2012)
Qué de tiempo había pasado desde la última lectura de García Márquez, desde Cien años de soledad o El coronel no tiene quien le escriba, y qué fallo más grande. Estos cuentos, aunque de por sí no encierren esa cuadratura del círculo que deben tener los relatos cortos, exhiben la exuberancia formal y lingüística de este autor inmenso que me ha recordado que va siendo hora de releer la primera obra citada. Hace demasiado tiempo que no visito Macondo...

Estos doce cuentos con el hilo común del inmigrante americano que recorre varias ciudades de Europa (Ginebra, Roma, Viena, Barcelona, Nápoles, Cadaqués, Madrid, París...) encierran -aunque no incida demasiado en ello- el germen de ese Realismo mágico que él abandera, aunque solo sea porque la palabra en García Márquez es magia.

La presentación de los personajes es sencilla y efectiva y no hay ninguno que quede desdibujado. En eso, leer sus cuentos es como leer pequeñas novelas concentradas. Ocurre lo mismo con la descripción de los espacios, que cumple siempre el objetivo de situar la trama, casi siempre bien perfilada, sin cabos sueltos.

Varios de los relatos (La Santa, El avión de la Bella Durmiente, Espantos de agosto) podrían pasar como la explicación de una mera anécdota; en otros, lo que prima es hacernos llegar las inquietudes o la forma de vida del personaje en cuestión, como el presidente y Horacio y Lázara en Buen viaje, Señor Presidente; como María Dos Prazeres, una prostituta de 76 años que prepara a su perro Noi para que vaya al cementerio a llorarla y que se encuentra con otra cosa un día lluvioso; o como Prudencia Linero, muy desorientada en su viaje a Italia para ver al Papa (tema que aparece también en La Santa, con el santo Margarito Duarte) en Diecisiete ingleses envenenados;.

El aspecto sobrenatural, además de en Espantos de agosto con el espectro de Ludovico, está presente en Me alquilo para soñar, en el que nos cuenta un narrador más testigo que otra cosa (el propio autor en su juventud o con sus hijos) cómo su protagonista, Frau Frida, se gana la vida con sus sueños premonitorios. No tiene tono de ciencia-ficción ni juega mucho con el tema y quizá lo que más llama la atención es que aparece Pablo Neruda como personaje, y Borges mencionado. En Tramontana, el viento es el protagonista, pues "lleva consigo los gérmenes de la locura", eso y la manera de relatar en dos tiempos, con un inicio y un final instalado en el presente, y el relato de la propia experiencia del autor en el pasado, con un final propio de cuento.  

Más extraño es El verano feliz de la señora Forbes e instalado de pleno en lo real maravilloso está La luz es como el agua, de título tan hermoso como ingeniosas son las incursiones acuáticas en un piso de la Castellana de Totó y Joel, dos niños que utilizan primero su bote y sus remos y luego sus equipos de buzo con el chorro de la luz de las lámparas, hasta que invitan a una fiesta a sus compañeros de clase, que "nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz".

Me quedo con dos relatos por encima de todos: "Sólo vine a hablar por teléfono", angustioso y claustrofóbico, en el que a María de la Luz Cervantes, "una mexicana de veintisiete años, bonita y seria", mujer casada con el mago Saturno, se le estropea el coche entre Barcelona y Zaragoza una tarde lluviosa; un autobús destartalado se detiene y la recoge para que ella pueda avisar por teléfono a su marido; sin embargo, va a parar a un hospital de enfermas mentales, una institución franquista espeluznante donde no la creen cuando repite una y otra vez lo que dice el título del cuento.

Y el relato que cierra los doce, El rastro de tu sangre en la nieve, en el que la protagonista, Nena Daconte, una muchacha preciosa de dieciocho años, se desangra por el corte en un dedo con unas rosas durante el recorrido de luna de miel con Billy Sánchez, un "tierno pandillero de balneario", con el flamante coche nuevo que le han regalado los padres de él y con el que conduce desde Madrid hasta París. Cuando explica (en tercera persona) que se habían casado tres días antes de ese recorrido, llega el mejor momento: cómo se conocen, en los vestidores de un balneario de Marbella, cuando ella estaba desnuda porque estaba cambiándose y apareció Billy, que con su pandilla estaba asaltándolos:
"Billy Sánchez cumplió entonces con su rito pueril: se bajó el calzoncillo de leopardo y le mostró su respetable animal erguido. Ella lo miró de frente y sin asombro.
-Los he visto más grandes y más firmes (...). De modo que piensa bien lo que vas a hacer, porque conmigo te tienes que comportar mejor que un negro". 
Imagino que lo que más me gusta de este relato es el retrato de Nena Daconte y del amor suyo con este bruto que vivie una odisea en París cuando deja a su esposa en el hospital. Un magnífico colofón a una colección de relatos que destaca por la prosa fluida de este merecido Premio Nobel.

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