Payasos en la lavadora. Álex de la Iglesia. Seix Barral

(176 páginas. 15€. Año de edición:2009)
Lo que peor me sabe de esta crítica es que el libro es un regalo de Manu y no he sido capaz de quedarme con el componente humorístico del libro, quizá porque no me va cuando la risa se logra por medio de la acumulación o porque el estilo grotesco del autor aquí en formato novela no me ha enganchado, algo que sí me ha ocurrido con algunas películas suyas como El día de la bestia o La comunidad. No me han atrapado ni las referencias al mundo del cómic ni he podido reír (o sonreír) con ningún momento gracioso. Si me lees, Manu (que espero que no), lo siento mucho, no he conectado con este sentido del humor.

La 1ª -y al parecer última, no voy a comentar nada al respecto...- novela del cineasta Álex de la Iglesia demuestra el dicho de "zapatero a tus zapatos". Esta delirante historia -si se le puede llamar así al entramado o concatenación de acontecimientos que experimenta el pseudopoeta y cuasiesquizofrénico Juan Carlos Satrústegui durante la Semana Grande de Bilbao- carece de unidad, estructura o verosimilitud y es cierto que podría encontrársele perecidos a la ya mencionada El día de la bestia por el carácter itinerante y alucinógeno, pero a diferencia de esta, aquí no he conectado con la locura de los protagonistas ni me he reído en ningún momento.

Quizá la mayor pega que le pongo al libro, y puede que el motivo principal de no haber conectado nada con esta espiral absurda de despropósitos, se debe a que no se sostiene por ninguna parte el entramado que justifica estas páginas como una novela. Me explico: no existen personajes (no lo son ninguno de estos extraños seres que se cruzan con el protagonista, empezando por su abuela exhibicionista y acabando por el crítico Marcuse), el tiempo narrativo está desdibujado (unos días de dicha semana grande), así como el propio espacio, un Bilbao en fiestas, infectado de kale borroka y en huelga de recogida de basura (la espiral, pues, perfecta, para esa acumulación de elementos desagradables) y el propio narrador, el elemento digamos que aglutinador del texto, es más una excusa para que el autor delire y dé rienda suelta a su mundo interior (poblado de excesos, de deformidades y de situaciones al límite). No es que no haya equilibrio (algo lógico por otra parte), sino que ese mínimo de fingimiento no cuela. Este Ignatius vasco de pacotilla no logra ser mínimamente convincente. Y tal vez me molestara menos si no hubiera recurrido a la técnica del manuscrito encontrado (en este caso un ordenador de los de antes, de esos que se colgaban cada dos por tres), con cuya técnica pretende aspirar a una relevancia literaria a la que no debería haber optado.

Para acabar con las quejas (toda la crítica de este libro es una queja, salvo que se lee fácil porque los capítulos son cortos), la última: se me escapa por completo el sentido a las ocasionales y pequeñitas ilustraciones que acompañan al texto. Vale que estamos ante un autor audiovisual, pero no le veo sentido. Eso sí, si algún lector de este blog se guía por mis apreciaciones, puede que opte por un camino más sencillo que el mío y se quede sin más con el entretenimiento de una paranoia sin transcendencia y conecte más con ese sentido del humor ochentero.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No tienes ni puta idea, "Payasos en la lavadora" es una genialidad lisérgica como pocas se han parido en este asqueroso país.