Un hombre sin cabeza. Etgar Keret. Siruela

(192 páginas. 17,95€. Año de edición: 2011)
Desde la misma portada nos encontramos con un ejemplo de cómo el Surrealismo sigue muy vigente a día de hoy, incluso en países como Israel, de donde es este autor tan original. A veces lo moderno es antiguo, pero lo importante es cómo se hace uso de los recursos estilísticos, bien sea de una corriente literaria experimental, bien sea de una procedencia más tradicional. Y en el caso de Keret, lo que vemos es una originalidad muy fresca y sorprendente, plasmada sobre todo en forma de inicios de relatos que plantean situaciones que consiguen el objetivo de cualquier escritor: llamar la atención y atrapar el interés del lector.

Como ocurre con todo libro de relatos, y más en el caso de relatos breves (salvo el penúltimo, que se extiende un poco más, Yosoyel, o la agonía de un hombre judío depresivo que acaba disgregándose) como estos, que van de dos páginas a ocho como mucho, pasamos por altibajos, aunque los repuntes descendentes son menos significativos que los ascendentes. Pocos relatos leídos (y son 34) te dejan con la sensación de "vaya mierda" o incluso "ni fu ni fa", por más que en algunos te esperes otro tipo de resolución, pues las expectativas levantadas son enormes (es decir, no se llega nunca al punto Damon Lindelof, o Lindebluf). Todos los relatos tienen algo, de todos se podría hablar pormenorizadamente. 

Los que menos me han gustado han sido Un beso en la boca en Mombasa (parece como inacabado: cuenta la historia del beso de su prometida con un holandés tres años atrás gracias a la insistencia de él, que le dijo "Algo así como que entre todas las posibles parejas del mundo hay un beso"), Una buena obra al día, Shriki (no les encuentro nada especial), Benni Bagage (es como le llamaban los amigos al cliente del narrador, que trabaja de chófer), Un pensamiento en forma de cuento (una especie de mito inventado para explicar por qué no hay nadie en la luna y sí hay pozos) o Repparación (es una nadería).

Un peldaño por encima estarían A Tuvia le pegan un tiro (el perro del narrador es muy agresivo con cualquiera menos él, por lo que el padre decide abandonarlo, pero por más que lo intenta, siempre acaba regresando, hasta que le pega un tiro en la cabeza), Tu hombre (es bastante extraño: al narrador las historias amorosas le terminan de manera abrupta e inexplicable, hasta que descubre que alguien ha tenido algo que ver. "No te preocupes, que siempre habrá otra", le dice ese hombre peculiar antes de que el narrador le descargue una piedra en la cabeza), Ocho por ciento de nada (Hazi agente inmobiliario comete una indiscreción telefónica con la mujer de un cliente, que le visita al día siguiente buscando piso), Mi novia está desnuda (el narrador, desde el 3er piso, se pasa el rato en el que su novia lee y toma el sol desnuda "procurando entender qué opinión me merece todo eso"), La teoría del aburrimiento de Gur (habla de que el 95% de las cosas que suceden en el mundo son debidas al aburrimiento), Los pechos de una chica de dieciocho (no es más que el recorrido con un taxista salidorro que pita a todas las chicas jovencitas:"Te tiras a un par de ellas al día y se te olvida hasta que eres calvo"), Un bebé (lo interesante parece lo que no se cuenta, pues a raíz de los comentarios de ella, que le pone pegas a todo, vislumbramos un panorama negro para él, algo que pasa de manera parecida en How to make a good script great, en el que la novia del narrador no deja de repetirle que es un pardillo), Ángulo (tres amigos juegan al pool en la mesa de billar de un café y dejan de hacerlo cuando  el amigo motivado justo ha aprendido a mejorar su golpe y no quedarse sin ángulo tras los consejos de la camarera), Un cuento más (el diablo llega para quitarle el talento a un tío majo que solo le pide escribir un relato más; cuando se va, el diablo se replantea su profesión) y Rabin ha muerto (habla de la suerte en la vida y la anécdota del gato atropellado y el golpe con una barra de hierro al conductor se queda como inconclusa). 

Dentro de los relatos donde la ruptura con la realidad es más que evidente, partimos del estupendo relato inicial, El gordito (su novia le cuenta un secreto que la carcome: por las noches se transforma en "un hombre peludo y enano, sin cuello y con un anillo de oro en el meñique"). Un hombre sin cabeza representa muy bien el tono del libro y entiendo que dé nombre al ejemplar: "Entre los arbustos de detrás de la cancha de baloncesto de nuestro colegio encontraron a un hombre sin cabeza". Al parecer, la cabeza se la ha llevado un amigo de su primo. Halibut sigue esta línea surrealista, puesto que un pez habla con el deprimente narrador. Caballito, algo similar: el hijo que tienen es un poni. Jet lag es otra marcianada, un derroche de imaginación para justificar la frase inicial, en la que afirma que una azafata se enamoró de él, pero es más divertido que los dos últimos. En La botella, un borracho mete a uno de los dos amigos en una botella por una apuesta, de modo que lo buscan luego para que lo saque y ya de paso les explique el truco. Pero el mejor en esta línea es Satisfacción: Liam Goznik, un niño brillante y popular, a medida que crece rebaja el tamaño de sus padres, por lo que se echa a perder para evitar que sus progenitores desaparezcan.

Una visita a la cabina del piloto empieza por el final, el aterrizaje en Israel desde Nueva York. El padre de la narradora, que trata a su hija como un niño pequeño, no se da cuenta de que ella ha roto con su novio, que estaba en EEUU con otra (y por eso no deja de oler como ella). El final del relato acaba justo antes del punto donde arranca.  "Hay algo en la manera que tienen los niños de disfrutar de las cosas que raya la perfección, una forma de disfrutar que no tiene igual", se dice en Doto, un niño pequeño que no llama a su padre "papá", como le indica con excesiva preocupación su mujer, que parece no disfrutar de su hijo ni la cuarta parte de lo que el niño hace con todo lo que le rodea. 

Suciedad es el relato de dos páginas que más me ha gustado. Arranca con un "Supongamos que yo ahora estoy muerto, o que abro una lavandería de autoservicio, la primera de Israel". Esa dicotomía se extiende en el resto, dejando claro que la disyunción incluye los dos supuestos. En La chistosa, "Lo primero que despertó sus sospechas fue el olor": y es que el marido descubre que el secreto de su mujer es que vende gasolina en el jardín de su casa. Y que es chistosa. Lev Tov habla de las cosas malas que hemos hecho, y de la culpa o la piedad, y engarza cada detalle (el amigo acusado de asesinar a un pastor anglicano y a su mujer en Texas, una pintada que hizo de pequeño, el acoso de un jefe militar a su novia) a la perfección. 

Una hermosa pareja es una divertida coreografía a varias voces interiores (la de ella, la de él, la del gato, la de la tele y la de la puerta). Ojos brillantes es otro de mis favoritos: una niña caprichosa de la guardería está obsesionada con las cosas brillantes y por eso quiere tener los ojos brillantes como un niño sucio que se sienta al final; el niño cree que le pasa eso porque dese algo con mucha fuerza y no lo consigue (en su caso, desea que la niña sea su amiga). Y uno de los mejores es Regla de oro: un viejo desconocido le da tres reglas de oro al narrador para mantener el amor como el primer día con la chica con la que se está besando. Pero Cecile en realidad no es su mujer, y la azafata que se prueba el perfume francés que le va a regalar a su esposa parece recordarle que por más propósitos que se formule, no tendrá éxito. 

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