(168 páginas. 7,30€. Año de edición: 2007) |
Dividida en tres partes (I. La gran derrota; II. El viaje a Roma; III. La gran victoria), este relato en primera persona por parte de Fernando de Fadrique, hijo de un siervo de la gleba (Mingo), parte desde sus 9 años, cuando un mensajero del rey irrumpe por la noche en su casa requiriendo los servicios del padre para la guerra contra los árabes. Fernando, desobedeciendo las órdenes paternas, lo sigue y observa como espectador la derrota del rey Alfonso VIII en Alarcos, así como la muerte de su padre intentando protegerle.
En la retirada, ya que conoce la zona y se encuentra con el mismo rey y sus vasallos, les guía y facilita su huida. Consigue así salvarlo y, por tanto, es introducido en el Alcázar de Toledo, entrando a servir a don Rodrigo de Cota. Allí conoce a los que luego le acompañarán en sus aventuras: el pelirrojo Pero Malo, fray Mateo y, sobre todo, Inés de Talavera, niña con la que crecerá y de la que se enamorará.
En la segunda parte, han pasado diez años: Fernando ha sido instruido en las letras por fray Mateo, sirve de forma leal y destacada a don Rodrigo y pese a su amor (correspondido) por doña Inés, sus orígenes parecen imposibilitar su unión. El rey encomienda la misión a don Rodrigo y a Fray Mateo de pedir al Papa Inocencio III que proclame que la guerra contra los moros adquiera el rango de cruzadas, para que toda la cristiandad se movilice a su favor. A la vuelta, después de numerosos contratiempos, se entera de que a Inés la han prometido con don Nuño, el personaje oscuro de la obra y el principal sospechoso de las tramas contra el rey. Al no poder evitar esa boda, Fernando decide meterse en el monasterio de los cistercienses.
Pasa allí tres años, en los cuales le pasan al scriptorium, donde es copista de manuscritos. La llegada de fray Mateo, anunciando la inminente batalla contra el rey árabe Miramamolín, lo sacará de allí en la tercera parte.
Novela de aventuras entretenida, que mantiene la intriga correctamente. Bien documentada, no se extiende en tácticas militares ni en el desarrollo emocional de los personajes en lo que respecta al amor: Fernando e Inés se quieren sin más, sólo los factores externos dificultan su unión, pero ni se explica ni se justifica. Maniqueísmo en la lucha de buenos y malos, con el antagonismo de don Nuño como única posibilidad, desbaratando la intriga. Algunas escenas novelescas sobran por inverosímiles, irrelevantes o demasiado fabulosas (cuando Fernando irrumpe por la ventana en los aposentos del rey; la amistad con el gitano Curro, que se desarrolla en intervalos a lo largo de su vida; la introducción del kárate como recurso para las luchas…).
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